miércoles, 13 de febrero de 2013

¿EN QUÉ CONSISTE PROTEGER Y SOBREPROTEGER A LOS HIJOS E HIJAS?



Una de las responsabilidades que los padres y las madres tenemos con los hijos y con las hijas es la de protegerles, o sea, cuidarles y atender sus necesidades, tanto las físicas como las de tipo psicológico.
Para que los hijos se sientan protegidos precisan de los padres y de las madres: aceptación plena; que les demos amor de manera incondicional, sin supeditar nuestro amor a sus conductas, por consiguiente, evitando manifestaciones del tipo: “Si lloras no te querré”; y establecer unos límites adecuados, que les den seguridad y les ayuden a desarrollar las cualidades que consideremos importantes para ellos: responsabilidad, respeto, autonomía, autoestima...
La sobreprotección y el excesivo consentimiento (“niños mimados”), se presentan como dos problemas importantes en la educación de los hijos. Ambos coinciden en que hay dificultades en el establecimiento de los límites, pero tienen rasgos diferenciados.
La sobreprotección se suele definir como “proteger o cuidar en exceso”. Se mantiene el instinto de protección de los primeros meses de vida, y no se acepta que las criaturas van creciendo y tienen que aprender a resolver sus necesidades. Expresiones como: “ya te doy yo la comida porque tú te manchas”, “ya tienes preparada la cartera”..., pueden tener carga sobreprotectora.
Los niños sobreprotegidos no asumen responsabilidades ni desarrollan sus capacidades porque no les dejan. El padre y la madre les hacen las tareas y deciden por ellos. Esto tiene como resultado que los niños suelen sentir miedo, inseguridad, autoestima mermada y dificultades para tomar decisiones, lo cual les lleva a depender en exceso de los demás.
El excesivo consentimiento se caracteriza por no establecer ningún límite. El padre y la madre no mantienen la firmeza necesaria y poco a poco van rindiéndose ante los hijos. Como no hacen uso de su autoridad positiva, la van perdiendo en favor de ellos que acaban haciéndose con el poder. El niño se convierte en el “rey de la casa” y las demás personas las tiene a su servicio. Al niño mimado se le atienden sus deseos sin esfuerzo alguno y, con frecuencia, recurre a la exigencia y al chantaje.
Cuando salen del ámbito familiar se encuentran con problemas de adaptación, no se sienten comprendidos, les cuesta hacer sus trabajos, tienden a no respetar las normas y suelen mostrar carencias afectivas.



Pepe López Sánchez, profesor del C.P. J.A. Labordeta y miembro del M.R.P. “Aula Libre”. Email: jlopezsanc@educa.aragon.es

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